
"Tenemos que volver a la Constitución": Fernando Carrillo, uno de las padres de la constituyente de 1991

Es un convencido de que la Constitución de Colombia sigue siendo la solución de la mayoría de los problemas porque es el motor de las reformas sociales, con una Corte Constitucional "que no está tomada ni por mamertos ni por neoliberales como han querido meterla dentro de la polarización", sino que sigue cumpliendo después de 34 años su tarea.
Piensa que Colombia tiene que proyectarse para los próximos 30 años y no es él quien tiene la respuesta. "Uno no puede ser tan petulante de decir que tiene la fórmula para salvar este país. Colombia necesita un equipo muy grande, de la mejor gente, para sacar esto adelante, para hacer las reformas que no se hicieron, para pensar en el futuro".
Dice que trabaja en construir esos consenso. De una vez descartó ser el precandidato presidencial 94.
Con la Constitución
-Petro llegó porque había en el país cierto descontento con cómo se estaba manejando. Usted usa una frase en su libro: “La equidad es un imperativo ético”. ¿Cómo podemos hacer que ese imperativo ético sea cumplible?
Es una de las metas fundamentales de la democracia y de la Constitución del 91. La ética pública es el punto fundamental de convivencia social. Y creo que la desigualdad es uno de los males fundamentales de nuestras sociedades, con la violencia y la corrupción, para hablar de la trilogía famosa.
Cuando nosotros definimos en la Constitución que el Estado era social de derecho y que la equidad y el principio de solidaridad aparecían como la orientación fundamental de la Constitución del 91, estábamos marcando la esencia misma de la Constitución. Estamos diciendo que el problema de Colombia es ético, de incumplimiento de las obligaciones del Estado en la garantía de los derechos de los ciudadanos.
La Carta de Derechos, por eso, es la esencia ética, es el corpus ético de la Constitución del 91 convirtiendo los derechos de los ciudadanos en el epicentro de la tarea constitucional y la tutela es el instrumento para garantizar ese tipo de cometidos éticos que tiene la Constitución.
-La tutela puso el Estado en las manos de las personas, sintieron que podían hacer valer sus derechos. ¿Cómo le llegamos al ciudadano de a pie para que tenga un instrumento y entienda que la democracia es importante?
Eso tiene que ver esencialmente con la posibilidad de que el Estado funcione, la tutela ha ayudado a funcionar el Estado. Lo que tenemos que hacer es volver a los principios de la Constitución del 91, acatarla, cumplirla y desarrollar toda esa cantidad de derechos, muchos de los cuales no están desarrollados.
Y eso es una tarea de cultura política y constitucional, que sobre todo hay que tratar de transmitírsela a los jóvenes. Una de las tesis centrales del libro es que el chivo expiatorio de todo esto es la democracia, cuando es la política, es la forma de hacer política, esta es realmente la crisis fundamental, la patología, como dirían los médicos.
Por eso, aquí no se trata de volver al pasado, aquí hay que hacer las reformas, que tampoco se hicieron en estos cuatro años.
- Justamente en alguna parte del libro habla deel uso de la justicia para atacar a los rivales políticos. Y, sin embargo, eso se confunde con los juicios legítimos que se siguen a políticos.¿Cómo salir de este atolladero como el que estamos viviendo en este momento?
Esa concepción tiene que ver con la forma de atacar a la justicia misma. En el fondo se trata de crear desconfianza en las decisiones judiciales, generar incertidumbre, generar inseguridad. Creo que hay que estar en el justo medio y denunciar cuando efectivamente se está utilizando la justicia para politizar una determinada actuación o utilizar la política para meterse en la justicia.
Uno no puede decir que hace 10 días los que defendían las decisiones de los jueces hoy las están poniendo en entredicho y que los que las estaban poniendo en entredicho hoy defienden esas decisiones. Eso es parte de la trampa en la que estamos cayendo y a la que lleva la polarización, que no permite serenamente tener un juicio sobre las cosas.
Aquí hay unas instancias que hay que cumplir. El tribunal va a tomar una decisión en la segunda instancia, va a ir a casación a la Corte Suprema. Muchos creemos, ese es mi caso, que pudo ser excesiva la condena que se puso y pudieron ser excesivos los argumentos y algunas actitudes de la juez, pero que eso lleve a decir que hay que acabar con la independencia de los jueces o que la justicia está politizada es inaceptable.
Por un país de regiones
-Usted habla de la necesidad de regiones y lo plantea al estilo de autonomías españolas.
Lo que pienso es que después de la pandemia el Estado quedó más reconcentrado, más bogotanizado que nunca. Ese debate debe comenzar de abajo, tiene que ser mucho más serio y más profundo de lo que se ha dado en Colombia y debería ser el gran debate de la campaña presidencial.
Aquí estamos en una campaña donde hay 93 candidatos. presidenciales, pero cero propuestas de fondo para la Colombia que se va a construir a partir del 7 de agosto del 26. Se está esperando la ley que va a desarrollar la reforma constitucional y ojalá ese fuera un punto del acuerdo nacional, pero no de la imposición de ningún sector, ni mucho menos un motivo de militancia electoral.
Nosotros, y lo he repetido muchas veces, creo que fue el único punto sobre el cual no hubo consenso en la constituyente y es indiscutiblemente una tarea pendiente.
-¿Y cómo lograr esos diálogos de verdad, cómo establecer esos mínimos que necesitamos como sociedad para, a partir de ahí, construir? Y me gustaría que contestara en clave de las candidaturas del centro.
Lamentablemente el centro en este momento está más débil que nunca, y débiles son los candidatos de la derecha, de la izquierda y más de la extrema derecha y de la extrema izquierda. Alguien decía que este es un momento dramático del mundo porque hay orfandad de ideas, candidatos muy frágiles, y cerebros muy discretos en relación con las fórmulas de futuro.
Es una gran descripción de lo que está pasando en el mundo. Por eso es tan importante lograr una convergencia en donde los programas y los planes de Colombia para los próximos 25 años, los próximos seis gobiernos de Colombia, se den al margen de los colores políticos.
El gran error es pensar que es con una divisa política, cuando fracasaron el neoliberalismo, el conservadurismo, el socialismo. Y se nos está yendo la democracia entre las manos. Colombia está en un momento en que la amenaza del autoritarismo es la más grande de toda la historia reciente.
A esto lo que le falta es un proyecto de unidad nacional, que apunte en una sola dirección. Un poco lo que pasó en el 90 con la constitución del 91, que todo el país terminó sumándose a ese proyecto.
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