
Descubren en Colombia un antiguo mar de 470 millones de años bajo la tierra

Lo que hoy es el municipio de Baraya, al norte del Huila, con sus montañas, cafetales y quebradas, fue hace 470 millones de años un mar poco profundo, cálido y dominado por las mareas.
Este paisaje perdido, del que no existía más que hipótesis, se reconstruye ahora gracias a un descubrimiento en la quebrada La Cascabel, afluente del río Cabrera.
La clave está en la Formación Venado, un conjunto de rocas sedimentarias del periodo Ordovícico (485 a 444 millones de años atrás), que ha permitido a los científicos asomarse a una de las épocas más enigmáticas de la historia geológica de Colombia y Sudamérica.
La vida en el mar del Ordovícico
Durante este periodo, la Tierra experimentó un auge biológico sin precedentes. Los mares, como el que cubría el actual Huila, estaban llenos de trilobites, braquiópodos, algas y los primeros arrecifes formados por organismos.
La biodiversidad se expandió a gran escala en estos mares someros y cálidos, similares a las plataformas mareales actuales del Pacífico colombiano o de la costa coreana.
El geólogo Carlos Ernesto Rodríguez Esquivel, magíster en Ciencias-Geología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), lideró una investigación de campo en la zona de Baraya.
Durante cuatro campañas en épocas secas, levantó una columna estratigráfica utilizando herramientas como un bastón de Jacob, una brújula y una cinta métrica, y recolectó 41 muestras de roca, muchas de ellas cortadas para su análisis.
En los laboratorios de la UNAL sede Bogotá, Rodríguez aplicó técnicas de fluorescencia y difracción de rayos X, microscopía petrográfica y análisis palinológicos para estudiar la composición mineral y biológica de las rocas.
Gracias a esto, se determinó que los sedimentos de la Formación Venado provienen del Escudo de Guayana, una estructura continental milenaria que conecta esta región con la historia geológica de Gondwana, el antiguo supercontinente.
Microfósiles y precisión geológica
Uno de los hallazgos más importantes fue la identificación de acritarcos, microfósiles resistentes al paso del tiempo. Especies como Adorfia hoffmanensis y Coryphidium bohemicum permitieron fechar los depósitos en la etapa Floiano superior-Dapingiano, lo que resolvió antiguos debates sobre la cronología de estas rocas.
Además, el análisis de la cristalinidad de la illita, clorita y moscovita reveló que las rocas alcanzaron temperaturas de hasta 200 °C, correspondientes a la diagénesis tardía. Esto indica que, aunque endurecidas, conservan su origen sedimentario, y no deben clasificarse como metamórficas, como se pensaba anteriormente.
Un aporte clave al rompecabezas geológico continental
Aunque estas rocas no tienen interés económico inmediato —no contienen hidrocarburos ni minerales valiosos—, sí representan una pieza clave para reconstruir el mapa geológico del continente. Mientras en países como Argentina y Brasil se cuenta con abundante información del Paleozoico, en Colombia los vacíos son grandes. Este hallazgo llena una de esas lagunas.
Rodríguez reconoce el apoyo académico recibido en la UNAL y el respaldo de la comunidad de la vereda El Totumo, que facilitó el acceso a zonas de difícil ingreso, esenciales para el estudio.
Huila, entre mareas fósiles y sedimentos amazónicos
Este descubrimiento invita a imaginar un Huila diferente: un ecosistema marino primitivo, con sedimentos arrastrados desde el Escudo Amazónico, algas fósiles y mareas fósiles que moldeaban el paisaje. Un recordatorio de que bajo las montañas actuales hay una historia mucho más antigua que todavía se está escribiendo, roca por roca.
* Esta información fue realizada con el apoyo de la Agencia de Noticias de la UNAL
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