
Del fogón a la plaza: el campo llega con rostro humano y una historia de amor en el mercado campesino

A las 3:30 de la mañana mientras la mayoría duerme, el campo despierta. Doña Elizabeth Clavijo ya tiene encendida la leña en la finca Villa Hortensia de la vereda El Avión, de Villamaría (Caldas). En el fogón de tapia se calienta una olla grande de agua para preparar café.
Mientras tanto, su esposo, Luis Gonzaga Gutiérrez, empaca en costales los productos que cultivaron esa semana: yuca, plátano, huevos, panela. También, blanqueado, fiambres, gelatina de pata, miel, cidra, ahuyama, limones, tamales y quesos recién prensados que aún conservan el olor fresco de la leche del ordeño.
Don Luis Gonzaga termina de cargar el costal con los plátanos que cosechó el día anterior. “Nosotros no tenemos tiempo para esperar a que el sol nos despierte”, dice.
Desde hace 12 años, este matrimonio participa del Mercado Campesino, iniciativa liderada por asociaciones rurales y apoyada por la Alcaldía de Villamaría.
Desde entonces, cada primer domingo del mes bajan al pueblo para vender sus productos y a propiciar encuentros.
Orgullo
En el mercado no hay intermediarios. Los precios los pone el campesino y el comprador los paga con gusto. “Acá se siente uno respetado. No es como en la plaza, donde le dicen que eso está muy caro”, expresa Elizabeth.
Las carpas blancas se alinean frente a la iglesia Nuestra Señora del Rosario en el parque de Bolívar. Allí se ubican quienes siembran en tierra propia, los que arriendan un lote y los que apenas tienen un patio con gallinas y hierbas medicinales.
Pero todos tienen algo en común: aman la tierra que trabajan.
Yolanda Cardona, campesina de la vereda Valles, lleva sus mermeladas caseras. Su hijo Camilo estudia agroindustria gracias a la venta de esos productos. “Este mercado me salvó la vida. Antes no tenía a quién venderle. Ahora la gente me espera por la jalea de mora”.
Unidad
Un yip Willis modelo 54 arriba al parque principal de Villamaría con bultos de productos agrícolas, canastos y cajas repletas de alimentos. Lo conduce Luis Castro. En ese campero vienen los esposos Elizabeth y Luis Gonzaga. Son las 6:40 a.m. y al mercado campesino arriban unos 34 campesinos de 17 veredas de Villamaría.
Cuadran las mesas donde van a poner sus productos, les tienden manteles, las adornan En medio de la plaza ubican para la venta racimos de plátanos maduros, pintones y verdes, yuca, arracacha y hortalizas que cultivan en la tierra fría del municipio del Centrosur de Caldas.
Elizabeth cuenta que en la misma vereda compra lo que no cultivan en su finca: tomate, cebolla y especias. Menciona que en verano la carretera es buena para sacar los productos, pero en invierno es difícil porque la carretera que comunica el casco urbano con El Avión se hace intransitable.
Los esposos Elizabeth Clavijo y Luis Gonzaga Gutiérrez comentaron que el mercado campesino les cambió su vida.
Cosechas del alma
Las ventas no siempre son altas. Hay días buenos y días lentos. Eso no define el éxito. “Aquí venimos a mostrar lo que somos. Esto también es educación: la gente aprende de dónde viene lo que come”, insiste Elizabeth.
Algunos clientes se detienen a preguntar cómo se cultiva el fríjol, cuánto tarda en crecer una mata de plátano, o qué hace que una gallina ponga huevos con cáscara dorada. Los niños curiosean. Los adultos prueban.
Luis Gonzaga comenta que muele unas dos cargas de panela cada mes que va a venir al mercado y toda esa panela la vende.
La madrugada previa al mercado duermen apenas dos horas. Se acuestan a la 1:00 de la mañana y se levantan a las 3:00 porque el trabajo es mucho y no dan abasto.
Y eso que ayuda toda la familia. Hijos, nietos y yernos colaboran en la cocción, empaque y venta. Por ejemplo, Nancy y su nieta Laudí atendieron el punto de comestibles del mercado campesino. Llevaron un fogón a gas y allí montaron una pitadora para calentar tamales, arepas y el preparado con carne, maíz y queso.
Los esposos Gutiérrez cuentan que en el proceso colaboran también sus hijos, Saulo y María Isabel, que en esta ocasión se quedaron cuidando la parcela. En total, unas 10 personas de su núcleo familiar ayudan a darle vida a lo que traen. También ofrecen café molido que ellos producen.
Para la feria campesina del pasado 3 de agosto prepararon 50 tamales. Aparte de la panela y sus derivados, y de las verduras y hortalizas que cosechan en su parcela, también ofrecieron arepa con carne desmechada acompañada de chocolate.
La pinta
La familia Gutiérrez viste el atuendo típico campesino: de chapolera colorida en las mujeres, y los hombres de poncho, sombrero, carriel, cotizas y una peinilla en la cintura. Don Luis Gonzaga resalta que esa indumentaria los identifica y los muestra bien presentados.
Muchos víveres que llegan al mercado son fruto del conocimiento ancestral: las semillas se guardan de una cosecha a otra, el abono es orgánico, hecho con compost y lombrices, y la siembra sigue los ciclos de la luna.
Luis Gonzaga recuerda que sus abuelos cultivaban igual, y que de niño lo mandaban a pelar maíz para hacer arepas. Hoy, esas mismas arepas son su orgullo: “Aquí no hay químicos. Aquí hay manos, tierra y paciencia”.
Cambio
La familia Gutiérrez comenta que el mercado campesino les cambió la economía. Antes, se perdían los productos que cosechaban, no los podían vender ni sacar al mercado. La economía no prosperaba.
Desde que participan en esta feria, mejoraron los ingresos y aprendieron nuevas técnicas de preparación y atención al cliente.
Con el dinero de las ventas compran insumos agrícolas, mejoraron el trapiche panelero y ayudan a algunos nietos que estudian en la universidad.
“Todo lo que sacamos lo vendemos. En cada mercado compro un bulto de cemento, una teja de zinc y otros materiales de construcción”, comentan. Hace dos meses adquirieron un motor y una máquina para moler el café y el maíz de las arepas.
La Alcaldía de Villamaría les proporciona el transporte, les adecúa los espacios para vender y los capacita en ventas y manufactura de comestibles.
Recuerdan que al principio el evento no era tan publicitado. Ahora los llaman de todos lados, incluso del extranjero, para que les manden productos. A veces no dan abasto.
La familia Gutiérrez lleva 12 años participando en este mercado campesino. Viven en la vereda El Avión de Villamaría, donde cultivan caña panelera, café, hortalizas y hacen transformados, como tamales y alfandoques para participar en este encuentro.
No es solo un evento
Este mercado es una apuesta por quedarse en la tierra. Por demostrar que lo campesino no es pasado, sino futuro. Que detrás de cada producto hay una historia, una familia y una esperanza.
Edison Andrés Noreña, campesino de la vereda Valles, comenta que comprar en el mercado campesino tiene ventajas: productos frescos y recién preparados, que no se encuentran en tiendas, y se pagan directamente al productor. Es ganancia para el campesino y para el comprador.
Resalta que los campesinos se sienten acogidos por la comunidad, que valora sus cultivos. “Este tipo de mercados fortalecen la identidad del municipio. Ya está posicionado en lo local. También se hace transformación de leche, panela, derivados de la apicultura, y así se incentiva la cadena de la agricultura”.
Los productos más vendidos son el plátano, la yuca y las verduras, agrega.
El mercado campesino es también comunidad. Entre los puestos se intercambian recetas para hacer guarapo de caña, se comparten semillas de maíz o calabaza, se conversa sobre la última cosecha, el clima o los hijos. Los mayores enseñan a los jóvenes.
Bajo esas carpas, en mesas cubiertas con manteles de flores, resiste la Villamaría de los saberes heredados, los sabores sin aditivos y el orgullo de seguir sembrando.
El futuro que florece
Diana Milena Gil, coordinadora del Mercado Campesino, recuerda que este nació hace 12 años en la Alcaldía de Juan Alejandro Holguín. Su esposa, Diana Paola Trujillo, empezó a visitar las veredas e invitar a los campesinos. En un principio se llamó Domingos de Antaño.
El objetivo es acompañar a los campesinos para que vendan en el casco urbano lo que cosechan y transforman.
También hacen visitas técnicas a los predios para verificar la producción y extender invitaciones para sumar expositores.
En cada encuentro participan unos mil compradores. Añade que las vías hacia las veredas, que no están en buen estado, dificultan el transporte.
Comprando
María Elizabeth Castaño
De este mercado destaco que los campesinos pueden vender sus productos frescos y recién cosechados sin intermediarios.
Jaime Alberto Henao
Acá se consigue comida fresca y barata, y le ayudamos al campesino.
Marta Lucía Cerón
Sacamos lechuga, plátano, arroz con leche. Llevo seis años saliendo al mercado campesino y me parece que es un proyecto interesante.
Francisco Ramírez
Destaco los productos frescos que expenden. Cada mes vengo a mercar acá.
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