Cultura

Periodista presenta su libro de crónicas en la Feria del Libro de Manizales: "Soy un notario de mis historias"

2025-09-02
Jhon William Hurtado presenta su libro de crónicas, De caminos y vientos en la Feria del Libro de Manizales el miércoles 3 de septiembre 
Foto | Santiago Ramírez | LA PATRIA | PEREIRA | Jhon William Hurtado presenta su libro de crónicas, De caminos y vientos en la Feria del Libro de Manizales el miércoles 3 de septiembre en el Óculo del CCU Rogelio Salmona 
Jorman Lugo

A Jhon William Hurtado, o Jhonwi como se bautizó él mismo, la palabra  le sale fácil. Desde joven le gustaba llamar la atención contando las historias que le pasaban: la noche de fiesta, sus fracasos amorosos, la pelea en la cancha de fútbol. 

Acercarse a él era tener una ventana hacia historias de los barrios populares, de personas que veían en el esfuerzo diario su único motivo para seguir con vida. 

A él lo salvó, tal vez, la oportunidad de ingresar en la universidad. Conocer los libros y acercarse al periodismo lo hizo ver un destino más sólido: contar sus historias a través de textos. 

Así fue como se inscribió en un oficio que le ha dado más alegrías que el fútbol o los amores: ser cronista de sus desgracias y de sus triunfos; escribir le ha servido para dejar constancia de los lugares en los que ha amado y en los que ha perdido, pero sobre todo, le ha permitido contar las historias que lo han formado y que le han servido para profundizar en sus dimensiones artísticas y emocionales. 

Así nació su ópera prima, o como él lo llama, su primer hijo: De caminos y vientos. Una colección de crónicas que bien podrían resumir su vida desde 2012 hasta el 2023.

La historia de cómo empezó a escribir el libro nace de la casualidad. Una noche de copas, una decisión adolescente, y luego la oscuridad que acerca, como en un acto reflejo, lo que las almas tienen en su interior. 

No podía ser de otra forma. El cronista al que estaba destinado ser, le llegaron las historias de manera compulsiva y mientras caminaba por sus abismos. Así podría encontrar su luz y las de quienes ha tenido cerca. 

¿Cómo nace esa necesidad de contar historias y transmitirlas a otros?

Yo creo que todo nace en la universidad. No tanto en el colegio, sino cuando uno empieza a leer a cronistas como Alberto Salcedo Ramos, Leila Guerriero o Juan Miguel Álvarez. Esos referentes lo ayudan a uno a buscar su propia voz. Primero son ellos y después llegan los intereses propios. En mi caso, me interesan la partería tradicional indígena y afro, las comunidades, las víctimas del conflicto armado y también esas historias que parecen anónimas, pero que pueden adquirir un rostro humano en la crónica.

En sus palabras, la escritura tiene que estar muy cercana a lo que uno es. ¿Cómo lo entiende?

Sí, para mí la escritura no puede desligarse de lo que soy. Alfredo Molano decía que uno no puede escribir de lo que no ha vivido, y yo comparto esa idea. Mis textos nacen de lo que vi, de lo que sentí, incluso de lo que olí en un lugar. 

Por eso no escribo ficción: no lograría conectar atmósferas ni tiempos si no estoy allí. Siempre les digo a mis estudiantes que se escribe con los cinco sentidos.

Usted suele decir que la crónica se escribe con los pies. ¿Qué significa eso?

Significa que el cronista tiene que salir a la calle. Si todo se hace desde el escritorio o por teléfono, el texto no va a tener alma. 

La crónica se camina: embarrarse en un pantano, subir a una montaña para hablar media hora con una mujer indígena, recorrer la ciudad en moto con un prestamista colombiano. Eso es lo que permite mostrar lo invisible, lo que se lee entre líneas.

En esos recorridos también surge la pregunta por la neutralidad. ¿Se puede ser neutral?

Yo diría que uno se puede acercar, pero nunca del todo. Siempre hay una postura, siempre hay subjetividad. Mi apuesta es no ser juez. No decir si algo es bueno o malo, sino mostrarlo para que sea el lector quien decida.

En una crónica sobre prestamistas colombianos en México, por ejemplo, no puedo poner un calificativo. El título lo dice: ¿héroes o villanos? Depende de quién los mire.

Entonces, ¿hay temas de los que usted no escribiría?

Sí. A mí me costaría mucho escribir sobre los paramilitares. Ahí no lograría un punto neutral. También me costaría si me impusieran un tema. En más de diez años de trabajo he tenido la fortuna de escribir de lo que quiero, de lo que me interesa. Eso hace la diferencia.

¿Cómo elige los temas?

Algunos los busco, otros me encuentran. A veces es investigando un tema que me interesa, otras en un partido de fútbol a las siete de la mañana hablando con un señor de 82 años. Esos encuentros me dicen: aquí hay una historia para contar. En últimas, la vida misma se convierte en fuente.

Su libro Caminos y vientos reúne textos de más de una década. ¿Es autobiográfico?

Yo creo que sí, aunque no de manera intencional. Es como un time lapse entre 2012 y 2023. Son crónicas escritas desde la universidad, los primeros viajes a México, y otras ya como profesional. No tienen un orden cronológico, pero muestran la evolución de una voz, un mapa de caminos recorridos y vientos que me han acompañado. 

Termina uno siendo eso, un notario de sus propias historias, de sus propias vivencias que inmiscuyen a otros, que vinculan a otros y que la mirada del cronista es lo que termina dándole ese plus

¿Cómo define ese primer libro en su carrera?

Es como un hijo que uno pule poco a poco. No es llegar a la cima, sino subir un escalón más. Además, no es un logro individual: detrás hay editores que confiaron, amigos que leyeron mis textos con honestidad y lectores que acompañaron el proceso. 

Uno a los hijos no les ve los defectos; por eso es clave esa mirada externa que te dice por dónde sí y por dónde no.

 


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