
¿Qué hace en el Eje Cafetero capo que prometió pagar la deuda externa a cambio de la no extradición?

Por: Abelardo Gómez Molina y Franklyn Molano Gaona
Viste con la mayor simpleza. Nada en la apariencia física de este hombre que mide poco más de un metro setenta da pistas sobre lo que fue en el pasado.
33 años encerrado en lo que él llama “el planeta oscuro” parecieran haber opacado las extravagancias del pasado, cuando de manera simultánea era un hombre temido, uno de los más ricos del mundo y también uno de los más buscados por la justicia internacional.
Es el mismo que en 1979 propuso pagar la deuda externa de Colombia a cambio de no ser extraditado a Estados Unidos, una deuda que en esa época ascendía a 2.800 millones de dólares.
Carlos Enrique Lehder Rivas, su nombre completo, tiene hoy 75 años y guarda la apariencia de un billarista de postín que calcula muy bien las jugadas, que conoce también los puntos de diamante desde los cuales puede tacar con certeza de ganar.
Su mano derecha, que luce uñas pulcras, se agita expresiva, mientras en la izquierda un reloj clásico con correa de cuero permanece casi inmóvil. Mide muy bien sus palabras y prefiere no comprometer a nadie.
“Todo quedó en el pasado, ahora lo que importa es el futuro”, dice, quizá para espantar a los fantasmas de la intranquilidad propia y ajena.
Unas zapatillas tenis negras, de marca reconocida, es una de las pocas prendas llamativas en la apariencia de este hombre, con más pinta de jubilado que de cualquiera otra cosa.
Su voz es pausada y clara, aunque a ratos titubea buscando la palabra precisa. En esos instantes, el billarista parece sufrir una metamorfosis para convertirse en ajedrecista.
La cárcel, el planeta más oscuro para Carlos Lehder
Una hora antes. Tras cierto retraso, llega al lugar propuesto: la librería Centro Cultural, a una cuadra de la plaza de Bolívar de Pereira.
Su interés es dar a conocer su libro —Vida y muerte del Cartel de Medellín—, el nuestro es que converse sobre sus vínculos con la región cafetera.
Solo quienes lo esperan lo reconocen en medio de las estanterías, pero minutos después se corre la voz a voz y algunas personas se agolpan para escucharlo mientras transcurre la entrevista al fondo del lugar.
Su única compañía es un amigo sesentón, nada de escoltas ni carros blindados a la vista.
Los libros no parecen ser ajenos a su devenir actual, porque asegura que durante su encierro se vio obligado a ser su propio psicólogo, su propio profesor.
“Una de las vitaminas fundamentales que utilizaba lo más frecuentemente posible era la lectura”.
Afirma haber leído unos 40 libros al año durante estas tres décadas, con la ventaja de manejar con fluidez el inglés y así acceder a la biblioteca de la prisión de máxima seguridad de Marion, Illinois, donde permaneció en una celda ubicada seis pisos bajo tierra, luego fue trasladado a una cárcel en Arizona.
Desde junio del 2020 vivía en Alemania, luego de salir del “planeta más oscuro”, como insiste en llamar a su lugar de reclusión. Ahora reside en el Eje Cafetero.
“El retorno a casa, el retorno a Armenia, fue una magnificencia y unas sensaciones en todos mis sentidos… extraordinario”, porque hasta los 16 años vivió en esa ciudad y antes en Pereira: “Yo estudié aquí en Pereira en el instituto de La Salle con los hermanos cristianos desde 1956 hasta 1961”.
En lo que al parecer fue un punto de quiebre en su vida, el temprano divorcio de sus padres Helena y Kurt Wilhelm Rudolf (luego, solo Guillermo) lo marcó. Por eso, en la adolescencia se fue a vivir a Estados Unidos.
Por su parte, el ingeniero Lehder vino al país en 1927 y participó en el diseño de las vías del ferrocarril entre Pereira y Manizales, también en la construcción de la estación de tren de esta última ciudad, dice con orgullo su hijo Carlos.
Su madre, manizaleña perteneciente a una familia de joyeros, fue reina de belleza y mujer de carácter que muy pronto tomó actitudes poco convencionales para lo que se esperaba del rol femenino en esa época. Ambos están enterrados en el Cementerio Libre de Circasia.
En Nueva York empezó su carrera criminal robando autos y muy pronto fue detenido durante dos años en la cárcel federal de Danbury. Luego fue deportado de ese país.
Volvió con su padre residente en Armenia, pero este no quiso recibirlo en el hogar, por considerarlo alguien lejano a sus principios.
A los 22 años, Carlos Lehder conoció a Pablo Escobar, su vida tomó otro rumbo contagiado de vértigo y pleno de desmesura.
Todas las peripecias con el Cartel de Medellín las cuenta en su libro, donde ofrece una versión sobre esa época tumultuosa y de extrema violencia para el país.
El Movimiento Latino Nacional
Lehder ofrece una apariencia física descuidada. Como dijo alguien: “parece un hombre que no tiene una pareja que lo cuide”.
Una camisa verde oscura, algo sucia, se ve debajo de la limpia camisa de manga larga, remangada y arrugada en el faldón. La tiene abierta hasta el tercer botón, lo que le da cierto aire juvenil de rebeldía. Su cabello, abundante, despeinado y entrecano, refuerza esta impresión.
A sus espaldas, en un estante, se ven dos ejemplares de El terror bolivariano, de Pablo Victoria, donde se relata la carnicería cometida por el ejército libertador contra los civiles.
Esa es otra historia que se oculta, como esta que, según Lehder, pretende dejar al descubierto con su libro biográfico. Dos ejemplos distantes, en el tiempo, del horror practicado a la colombiana
“Armenia y Pereira son dos ciudades muy hermanas en muchos aspectos”, comenta, al ahondar sobre las gratas impresiones que ha tenido durante su actual permanencia en la región.
Dice contar con varios amigos en ambas ciudades, pero no los ha visitado, aunque sí ha recibido mensajes de apoyo de ellos.
Retrocede en el tiempo, cuando dirigía el Movimiento Latino Nacional, de tendencia derechista, para recordar una reunión masiva en un teatro de la ciudad que no supo identificar.
Lo impresionó la cantidad de gente que llegó para escucharlo a él y al candidato presidencial por ese movimiento, Luis Fernando Mejía.
Sobre este afirma: “Es una persona bellísima literariamente, era un poeta. Entonces lo que él expresaba eran puras emociones, no las políticas ni conducta política ni partidos políticos”.
Enfatiza que el escritor ya está retirado y que solo se comunicó por correo con él un par de veces luego de obtener la libertad, pero no han tenido encuentro alguno.
“Él definitivamente no jugó ningún papel predominante en el movimiento, en el Movimiento Latino Nacional”, enfatiza, como una manera evidente de salvarle responsabilidades.
De ese movimiento apenas quedaron algunos ejemplares desperdigados del periódico Quindío Libre y la estigmatización contra quienes apoyaron a Lehder en esa aventura partidista que nació como rechazo al tratado de extradición firmado en 1979 con Estados Unidos por el presidente Julio César Turbay Ayala.
Por ejemplo, el poeta Mejía, a pesar de ser uno de los más destacados intelectuales de la ciudad, fue relegado de la escena literaria y apenas en el 2018 volvió a Pereira, invitado por el Festival de Poesía Luna de Locos, para luego no volver.
Las donaciones de un capo a la Iglesia
Todos sus actos han sido y son objeto de juzgamiento por la sociedad y la prensa.
A mediados de mayo de este año Lehder fue otra vez noticia en los medios nacionales debido a que en redes sociales se difundieron fotografías suyas visitando La Posada Alemana, su propiedad más emblemática, ubicada en la vía Pereira-Armenia, en el municipio de Salento.
Hubo declaraciones de las autoridades, clamores de los analistas y una declaración suya donde solo afirmaba que pasó por allí y vio la puerta abierta.
En esa propiedad recibió en los años 80 al entonces obispo de Pereira Darío Castrillón Hoyos, con quien dice se vio dos veces.
“Yo muy respetuosamente he tenido la oportunidad de acercarme a prelados de la iglesia, a arzobispos, a obispos, a gente muy eminente, en el deber de presentarles mis respetos, mi admiración y escuchar sus conceptos religiosos y buscar de todas formas mayor conocimiento de la religión que tanto nuestros padres nos enseñaron”, comenta al preguntarle por quien años después sería uno de los cardenales más poderosos de la Iglesia Católica.
Darío Castrillón fue Prefecto de la Congregación para el Clero desde 1996 hasta 2006, es decir, el superior de los sacerdotes, diáconos y seminaristas católicos en todo el mundo.
“De Monseñor Castrillón, hay que destacar, eso sí, que era un hombre, sin él quererlo me imagino, políticamente influyente en Colombia porque era un hombre de gran sabiduría, mucha experiencia, un prelado que estuvo en el Vaticano muy cerca del Santo Padre por muchos años. Hablaba alemán perfectamente”.
Al indagar sobre las donaciones entregadas al obispo Castrillón Hoyos responde con rapidez: “Creo que todos los católicos debemos contribuir con diezmos o primicias al funcionamiento de la Iglesia Católica”.
Al preguntársele sobre si recordaba de cuánto fue su donación aclara: “No creo, no vale la pena mencionarlo, pero contribuí de acuerdo a mis capacidades, que eran muy altas (…) no tenía yo ninguna interés ni intención de utilizar mi dinero para corromper en ninguna forma ningún programa de la iglesia, al contrario”.
La Posada Alemana, a pesar de que hoy luce en ruinas, pertenece a la Gobernación del Quindío luego del correspondiente proceso de extinción de dominio.
Allí, entre otros atractivos, se destacaba una escultura al desnudo y de tamaño natural de John Lennon, hecha por el escultor Rodrigo Arenas Betancur.
Según Lehder, es el músico más destacado del siglo XX y por eso mismo le pidió a Arenas su intervención, algo en lo que, dice, trabajaron de manera conjunta en cuanto a la concepción.
Respecto a la polémica por el supuesto casco de soldado alemán que tenía la escultura afirma: “El casco es dedicado a la canción Líder de la clase obrera (Working Class Hero),un hombre con un casco de protección de trabajador industrial, de protección de la cabeza. Tiene un casco de protección de trabajador de construcción”.
La estatua fue robada y se desconoce su actual paradero.
Añade que hay muchas especulaciones sobre si presentó o quiso presentar a artistas famosos, como los Rolling Stones, cosas que no considera ciertas y desestima con una sonrisa.
Lo que sí es cierto fue que la inauguración de La Posada Alemana estuvo a cargo del grupo colombiano Génesis, aunque Lehder afirma que no lo recuerda con claridad, pero lo cree muy seguro.
El exnarcotraficante habla del consumo de estupefacientes entre los jóvenes
Cuando se le pide un comentario sobre el elevado índice de consumo de estupefacientes entre los jóvenes, responde que lo entristece que exista ese fenómeno, pero agrega: “Desde hace miles de años el ser humano utiliza narcóticos, utiliza la savia de los árboles del Amazonas para en cierta forma alucinar o drogarse. Es muy lamentable, la solución que yo veo no es la legalización de las drogas duras, yo sí estoy de acuerdo en que la popular marihuana debe ser legalizada”.
El público sigue expectante para acercarse a Carlos Lehder con el fin de firmar sus respectivos libros. La entrevista se detiene, se levanta de la silla donde permaneció sentado y se dispone a saludar a cada quien para intercambiar unas palabras y firmar el libro biográfico, en cuya portada aparecen varias imágenes de archivo, incluidas sus avionetas y, cómo no, la infaltable sombra de Pablo Escobar, con quien posa en una mesa poblada con vasos y cervezas.
Un hombre maduro se le acerca, le da una calurosa bienvenida, lo felicita por estar en libertad y culmina preguntándole por algún personaje político. Lehder responde amable, pero evasivo. Con sus dotes de billarista calcula ya cuál es el mejor ángulo para tacar en esta jugada.