
Callejones con memoria en Manizales: entre pasos apresurados cuentan la historia de la ciudad

LA PATRIA | Manizales
En Manizales, la historia no siempre camina por las avenidas. A veces se escabulle por los callejones, escondidos entre vías y edificios, lugares que se apartan de la nomenclatura tradicional, aquí, entre pasos apresurados y murmullos de quienes los transitan, se cuenta otra ciudad.
Callejón de los Talleres, Calle Muerta o Callejón de La Sultana
El eco de las herramientas que nunca se usaron todavía parece agazapado detrás de las paredes. “Tuvimos un taller, pero nunca hicimos nada”, dice Luz Marina Cardona, como quien confiesa un proyecto abandonado por el tiempo.
Las hermanas Bedoya, Ligia y Yolanda, prefieren llamarlo “calle muerta”, un nombre que parece advertir que por ahí solo transita el olvido.
Pero Gregorio Saldarriaga, más reciente en el vecindario, lo ve distinto: “No hay bulla, es muy tranquilo”. Como si cada quien recorriera un callejón distinto en el mismo trazado. Está ubicado en la calle 66B con carrera 8B.
Callejón de Armetales
A plena luz, los talleres y bodegas intentan mantener el pulso de un sector que alguna vez albergó un ancianato y hoy carga con la fama de la inseguridad.
Gildardo Aguirre Marín, testigo de medio siglo, lo resume así: “Aquí las ratas de dos patas abundan. En la noche, atracan. En el día, abren carros”. Ubicado en la carrera 19A entre calles 24 y 25.
Pasaje de la Gobernación de Caldas
Situado entre las calles 22 y 23 y las carreras 20 y 21, este pasaje conecta el Palacio de la Gobernación de Caldas con el edificio de La Licorera.
Ha sido identificado un espacio que representa la transición entre la arquitectura republicana y el modernismo. Actualmente, permanece cerrado con rejas y es utilizado como parqueadero de vehículos oficiales y depósito de canecas.
Un turista señala: “Este rincón del centro de la ciudad es un llamado a repensar el uso de nuestros espacios patrimoniales, no solo como memoria viva, sino como escenarios posibles para cafés, actividades culturales y nuevos encuentros urbanos”.
Pasaje del Rincón, también llamado la Calle del Pecado o de la Penicilina
Por aquí pasaron abarrotes, barberías, chatarrerías para darle paso a la exclusión y el miedo. Un lugar que alguna vez fue comercio hoy es umbral de la marginalidad. Pero ahí sigue, sosteniéndose como una arruga en la piel de la ciudad.
Algunos prefieren no pasar, otros lo cruzan con el pulso acelerado. No hay placas que lo nombren, pero todos lo reconocen. Como si los pasos aquí se dieran con los ojos entrecerrados y el corazón en guardia.
Edilma, comerciante del sector, cuenta que el lugar está invadido por indigentes y consumidores: “Amanece lleno de basura y excremento.
Los olores son insoportables. Atracan a los transeúntes y la Policía casi no aparece”. Ubicado en La Galería, en la carrera 17A entre la avenida del Centro y la carrera 17.
El Pasaje de la Beneficencia, también conocido como el del Ajedrez
Acá se respira a otro ritmo. En sus baldosas convertidas en tablero se juega más que una partida: se gesta una comunidad al margen del ruido, un oasis donde el tiempo se detiene en cada movimiento.
Las mesas al aire libre y el piso del pasaje funcionan como tableros permanentes, lo que le ha dado su nombre popular. Aquí hay fichas negras y blancas, pero también jugadores que se conocen por nombre y jugada. Ubicado la calle 20A entre las carreras 22 y 21.
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