
En Manizales, la dignidad llega con un chorro tras décadas: mejoran condiciones de vendedoras y tumban un mito

El parque Francisco José de Caldas despide una rutina que se repetía en las noches de Manizales.
Al acabar la jornada laboral, desde distintas esquinas llegaban mujeres y hombres cargando galones de agua. Era la provisión principal para el próximo día de trabajo.
Gracias a ese preparativo había agua potable para hacer 'pintaditos' y mantener la higiene en las casetas de ventas informales.
Desde el pasado 20 de mayo, el agua empezó a llegar seis módulos de propiedad del Municipio y, dos días después, se terminó la instalación de dos contadores en el parque. Para alivio de vendedoras de la zona, las recargas nocturnas de agua se despidieron.
Adiela Gil Alfonso siente alivio porque el acceso a agua está a dos módulos de su puesto de trabajo.
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Alivian una carga para ventas informales en Manizales
Estos son algunos módulos beneficiados por la conexión al servicio de agua en el parque de Caldas.
La falta de agua para las ventas informales en el parque de Caldas pareció normal por décadas. Ante clientes, fue disimulada por los cafés servidos y el orden en puestos de trabajo. La falta del servicio se convirtió en una carga que los vendedores decidieron dejar de soportar en este 2025.
"Manifestaron que no había agua, algo sin lo que no pueden prestar un buen servicio", explica Sandra Milena Londoño, representante de la Asociación de Vendedores Informales de Caldas (Asovicaldas).
El pedido fue llevado a la Alcaldía de Manizales, donde la Secretaría del Interior y Aguas de Manizales dieron el visto bueno para facilitar la conexión, que será financiada por quienes trabajan en los módulos. También se harán cargo de las facturas.
Sandra Milena Londoño, representante legal de Asovicaldas.
"Los suscriptores cumplieron con los requisitos que exige la ley. Estos vendedores tienen permiso de la Alcaldía para operar en el lugar", le detalló Aguas de Manizales a LA PATRIA.
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Saludo y servicio en el parque de Caldas (Manizales)
Carmenza Antonia Patiño Franco (derecha) vende helados y regala sonrisas.
El rostro amable del parque de Caldas es Carmenza Antonia Patiño Franco, quien repite a diario la bienvenida para los clientes. "A la orden" y "Mucho gusto" son las expresiones que más usa cuando trabaja en su módulo de helados y cafés.
Ella estima que los puestos llevaban 40 años sin servicio de agua. Reconoce que cerca de la fuente hubo una llave que surtía a los vendedores, pero fue clausurada por usos inadecuados de otros ciudadanos.
La nueva manguera, ubicada a unos pasos de su silla, bajo una alcantarilla, pasa desapercibida para los peatones, pero cambió el día a día de Patiño: "Nos da mejor calidad de vida y más higiene. Es dispendioso traer agua de la casa y rebuscarla. Es indispensable".
El acceso a agua potable llega cargado de ilusiones comerciales. La trabajadora espera vender más generando confianza sobre la salubridad de sus productos.
"Hay personas que piensan que sacamos el agua de la fuente del parque. Les he dicho que si la sacara de allí, no tomaría tinto, eso es antihigiénico", refuta.
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Sonido guía para llegar al puesto de venta en Manizales
Carmenza Antonia Patiño asegura que el acceso a agua potable en su lugar de trabajo mejora su calidad de vida.
Los pasos que la manguera le ahorra a Patiño para conseguir agua valen oro. Ella convive con una esclerosis múltiple que disminuyó su capacidad visual, por lo que se dedica a entregar productos, mientras su hermana, Laura, recibe el dinero. "Esto se vuelve mecánico con los años. Trabajé acá desde antes de tener la discapacidad", relata Patiño.
Su labor como vendedora informal la mantiene con vigor a sus 62 años. El comercio es una rutina que inició 46 años atrás.
"Si uno no se pone las pilas a salir y estar en medio de la gente, uno se entierra vivo y muere para el mundo. Tener una discapacidad no quiere decir que uno dejó de ser productivo, es una motivación para salir adelante", asevera.
Luego de despertarse a las 6:00 a. m., los olores y ruidos guían a Patiño en el barrio Bengala. El olor a pan fresco es señal de que las panaderías están cerca; el sonido del Cosmobús, sinónimo del viaje para trabajar en el parque de Caldas.
Ya se habituó al ruido del motor que la lleva de la casa al módulo y ahora espera acostumbrarse al agua potable y un poco de dignidad laboral.
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Vendedoras tumban un mito sobre el origen del agua
Laura Patiño Franco, vendedora informal
Llevo unos 30 años en este sitio. Vendemos helados y tintos. Teníamos que traer agua desde lejos. La higiene y la preparación del café se facilitan. Antes debíamos ir a la casa o pagar por agua en cafeterías. Entre cinco módulos pagamos el servicio de un contador. Es una bendición. Viajaba tres o cuatro cuadras con tres galones. Teníamos el estigma de que sacábamos agua de la fuente.
Adiela Gil Alfonso, vendedora informal
Llevo unos 22 años en el parque. Otros negocios nos vendían agua. Teníamos que cargar agua por dos o tres cuadras. A veces debíamos comprarla embotellada, que es costosa. Esperamos que las ventas se mejoren. Usábamos agua limpia, pero ahora la gente verá que tenemos el servicio.
Lina Marcela Vásquez, vendedora informal
Trabajo acá desde hace 5 años. Teníamos que traer galones de agua desde la casa, en una carreta. Estoy contenta. Esperamos que las ventas se mejoren. Los clientes confían en que el agua está más cerca y ven de dónde sale. Algunos me preguntaban si era de la fuente.
Mónica Gallego, vendedora informal
Usábamos la llave de agua potable que está junto a la fuente, pero la clausuraron. Había que traer agua desde la casa para hacer café y mantener la higiene. Los clientes ven de dónde sale el agua, confían más. Esperamos vender más y satisfacerlos. Trabajo en este puesto desde hace 40 años.
Herman Giraldo Patiño, cliente
Cada vez que salgo al Centro, tomo tinto en el parque de Caldas. Uno no se preguntaba por el líquido en cada puesto. Que tengan acceso a agua potable nos da más confianza. Se ven más aseados.
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