
Manizales, un siglo de la segunda fundación: después del incendio de 1925

Sábado 27 de julio de 1935. Circuló la edición número 4.000 de LA PATRIA, 14 años después de que salió a la luz el primer número, el 20 de junio de 1921. Por ese hito de alcanzar tal número de apariciones, se planeó un especial del periódico dedicado a una nueva Manizales.
10 años habían pasado del incendio más voraz de los tres que por poco acaban con el villorrio. Por eso, comenzaba así la presentación central de esa edición especial, que permitió publicar un periódico de 48 páginas, toda una proeza en esa época:
“10 años hace que la ciudad de Manizales fue fundada por segunda vez y por los herederos directos de los primeros pobladores".
Y entonces continuaba la pomposa presentación en los siguientes términos:
“Tras del fuego vinieron las picas, las herramientas de vapor, los instrumentos nuevos de trabajo introducidos por la Ullen hasta esta ciudad por caminos hirsutos, ariscos a la planta humana, más aún a las máquinas que, sin embargo, obedecieron mansamente a la ambición de reconstruir la ciudad consumida por el fuego".
La Ullen Company fue la compañía encargada principalmente de la reconstrucción de la ciudad, y a eso hace referencia el texto aquí transcrito, que se trata de la conferencia que dictó Melba Hoyos Botero el 4 de agosto de 1935 en un espacio conocido como Cuarto de hora femenino, que promovía Bernardo Londoño Villegas.
Traigo a colación este texto, porque recoge el sentimiento de una ciudad en los años 30, cuando la recuperación avanzaba y se quería promover la capacidad de resiliencia de esta capital, a la que muchos una década atrás trataron como de estar en las últimas y hubo embates para que abandonara su vocación de capital.
El orgullo henchido de los manizaleños de entonces no era para menos. Habían superado lo peor. El primer incendio había ocurrido en 1922, el 19 de julio. Desaparecieron cuatro casonas y locales comerciales de la que era la capital del todavía naciente Gran Caldas. El departamento había sido creado en 1905.
El segundo gran incendio
El segundo gran incendio de los años 20 del siglo pasado, según los relatos de protagonistas de la época, se dio en la noche del 4 de julio de 1925.
El reloj de la catedral había marcado las nueve campanadas que daban cuenta de esta hora de la noche, cuando minutos después se alertó de un incendio en la Droguería Andina, carrera 22 con calle 21, pleno centro comercial de la ciudad. La conocida oración de la catedral, de Silvio Villegas, leída en 1929, comienza así:
“La villa dormía silenciosa y apacible bajo el candor de una luna de plata...".
Eran tiempos en los que la luz eléctrica apenas era un asomo y la gente se acostaba temprano. De hecho, así se relata en una crónica de LA PATRIA de 1935, que se refiere a los tiempos de antes, firmada por Miguel Gutiérrez:
“Mis recuerdos del Manizales que comía a las 4:00 de la tarde, merendaba a las siete y se acostaba a las ocho, después de rezar el Rosario...".
La ciudad dormía cuando las campanas volvieron a tañir, pero ya desesperadamente para despertar a la aldea, convocar la solidaridad y anunciar la desgracia. Cuesta hoy entender que la vida nocturna prácticamente no existía y si acaso cuando se daba, era a la luz de las velas o de la luna llena.
Las droguerías de entonces distan mucho de las de hoy en día, eran más parecidas a las boticas, donde se tenía todo tipo de productos químicos, porque se elaboraban ungüentos, brebajes y otras hierbas y también se distribuía pólvora y municiones para armas. Elementos que eran altamente inflamables.
El más confiable de los historiadores de Manizales, Albeiro Valencia Llano, cuenta el balance de esa tragedia: 229 edificaciones consumidas por las llamas en 32 manzanas. 21 de estas quedaron en cenizas.
Esta imagen permite ver la destrucción de la ciudad después del incendio del 4 de julio de 1925.
Si alguien quiere ser testigo de lo que significó que desaparecieran esta cantidad de construcciones en un área urbana que no contaba con más de 30 mil habitantes, puede hacerlo si mira la parte final de la película Manizales City, filmada por la Colombia Film Company en 1925, y que se encuentra completa en plataformas de streaming.
Valencia Llano en su libro Manizales, la aldea, el pueblo, la ciudad (2023), publica el inventario detallado de los edificios destruidos, con los valores que tenían según el catastro de 1922, manzana por manzana, incluyendo las que apenas sufrieron averías. La pérdida se cuantificó en 5 millones 361 mil pesos de esa época.
Y anota el historiador en su libro:
"¿Por qué se quemó casi toda la ciudad? Porque una cosa es manejar velas de parafina con pabilo, para alumbrar por la noche, y carbón vegetal para las cocinas, y otra cosa bien distinta utilizar 'cables, fusibles y resistencias'; llegó la luz eléctrica, pero sin buenas redes de energía. Tampoco había un buen acueducto ni cuerpo de bomberos, ni agua suficiente".
Sobre ese incendio, retomamos las palabras de Melba Hoyos, reproducidas por LA PATRIA:
“Mas... una noche de 1925, noche trágica e inolvidable, de pavorosos recuerdos, fue consumido su centro comercial y más importante núcleo de población, bajo la voracidad de un incendio, que más parecía una visión del Dante, hasta quedar convertida en informe montón de escombros, calcinados y horribles; noche conmovedora en que esa vorágine devoró sueños y esfuerzos de nuestros mayores dejando los corazones a pedazos y el desencanto apoderado de las almas."
Continúa la cronista destacando el..."espectáculo macabro (...), que despedía emanaciones nauseabundos, asfixiantes; muros y paredones, estáticos y desolados que fundían, terror y espanto; se sentía el espíritu como en un recogimiento medroso, tal como si se estuviera en mitad de un cementerio".
Después del incendio, pronto se realizó un cabildo abierto con participación de los líderes de la región y de una vez se acordó cómo se emprendería la reconstrucción. Sin esperar nada, sino comprometidos con la recuperación de la ciudad. Cuenta Valencia Llano:
"Se expidió un acuerdo por medio del cual se decretó el ensanche de las calles que cruzaban la zona incendiada, con el fin de aislar más las manzanas para casos de incendio y con el objeto de modernizar y hermosear la parte de la ciudad correspondiente a la zona de la conflagración".
Vino un periodo de cesiones de franjas para ampliar las calles y de prorrateo de los solares interiores, algunos rápidamente aceptaron las condiciones, otros no lo quisieron hacer de buena gana y hubo de tomar decisiones que los obligaran. Podían quedar excluidos de los subsidios y ayudas autorizadas.
Los auxilios eran gestionados ante el Gobierno nacional para reconstruir propiedades. Un dato que sigue siendo relevante es que muchas propiedades contaban con seguros que fueron cancelados por las compañías que los habían vendido.
En la novela Una mujer (1936), Natalia Sánchez escribió la mejor página del incendio del 25, según el crítico y autor Adalberto Agudelo Duque. Ella retrata cómo hubo que hacer uso de dinamita para derribar casas y contener el fuego. De esta decisión es responsable Francisco José Ocampo, fundador de LA PATRIA, quien para la fecha del incendio fungía como gobernador encargado de Caldas. Él relató por qué asumió tamaña responsabilidad en un texto que recoge Pedro Felipe Hoyos en el libro Antonio Arango Gutiérrez - La biografía de un banquero manizaleño (2024):
"...di por escrito la orden de dinamitar las edificaciones cercanas a la Gobernación con el fin de despejar el terreno y poder combatir más fácilmente la propagación del arrasador incendio. Se trajo dinamita de los depósitos del Ejército y se voló la casa de la familia Murillo, situada en la esquina nororiental de la plaza. Con esta medida, que después fue muy censurada por mis adversarios políticos, se salvaron el sector oriental y norte de Manizales (…). En la misma forma salvamos la Catedral, dinamitando una casa vecina..."
La humeante ciudad, después del incendio.
Todo esto se sumó para una actitud mejor de la ciudad en la reconstrucción. Los seguros, los auxilios y los recursos que quedaban aún de la época dorada del café y del negocio de importaciones y exportaciones permitió avanzar en los trabajos. Además, la influencia política de los dirigentes logró que se aprobaran tarifas diferenciales para los materiales de la reconstrucción tanto en el cable aéreo como en el Ferrocarril.
Esa época vibrante permitió inocular un clima de positivismo, a pesar de la adversidad. De hecho, aunque algunas familias decidieron abandonar la ciudad para ubicarse en Bogotá, Medellín, Cali u otras, también hubo cantidad de personas que simplemente se fueron a sus fincas y esperaban la reconstrucción. Mientras que los verdaderos líderes se dieron a la tarea de promover lo que seguía: una lucha sin descanso para este pueblo que anhelaba ver reconstruida cuanto antes la ciudad desaparecida, "cuna y blasón" de sus antepasados. Así relata la cronista Hoyos ese espíritu:
"Factores económicos de todos conocidos minaron de nuevo el poderío de la naciente ciudad. La situación comercial se complicaba diariamente, el espíritu optimista de sus habitantes, trepidaba, disimulan los capitales del comercio era duramente asediado por los mercados competidores, quebrantando fuertemente, su sistema económico y comercial; pero el hijo amado de estas montañas había sido educado en la escuela del trabajo. Impávido, por temperamento, confiado en la divinidad en la divina Providencia, en sus músculos y en su inteligencia, abatió con ánimo resuelto el hado adverso hasta quedar dueño del campo, hoy, ciudad confortable y comercial, tal como la soñaron, sus fundadores, abuelos de esta generación y orgullo de nuestra amada Colombia".
Y vino lo peor
Sin embargo, no habían pasado ocho meses del incendio de 1925 y volvió la tragedia a cernirse sobre esta capital. Este fue de madrugada, el mismo que terminó con la catedral, las instalaciones de LA PATRIA y cuatro manzanas que habían quedado en pie y es la razón por la que buena parte de los archivos del periódico del incendio y de esa época sigan faltando, y son una cicatriz en el archivo de LA PATRIA.
La gravedad de este incendio, que consumió cuatro manzanas que habían quedado en pie un año antes, en el centro de la localidad, quedó reflejado en las imágenes de las llamas de la catedral de entonces, a cuya imagen y semejanza, y con sus mismos planos, se construyó el que hoy conocemos como el templo Nuestra Señora del Rosario, de Chipre.
"Pasaban los días y con ellos el aspecto cambiaba de una manera notable; el ajetreo era tinajas y como por encanto, los edificios se sucedían unos a otros, rivalizando en elegancia y comodidades; renacían, fe y esperanza en los moradores, quienes confiados en sus reservas, velan ya el porvenir resuelto; la victoria flameaba en las terrazas de la bella arquitectura, y de todas partes del país, se hizo sentir la inmigración que contempló asombrada la nueva ciudad, ella es magnífica; segundo triunfo de la raza conquistadora Bing posibles ideales".
Menos de ochos meses después del incendio del 25, llegó la conflagración de catedral de Manizales, en una nueva tragedia que consumió cuatro manzanas.
En el libro Metrópolis: una historia de la ciudad, el mayor invento de la humanidad, Ben Wilson (2024) plantea que las ciudades son resilientes.
"La historia de la Segunda Guerra Mundial es la historia de la increíble resiliencia de las ciudades, incluso en las circunstancias más extremas".
Él pone como ejemplo a Varsovia, esa ciudad que Hitler se empeñó en destruir y que resurgió más viva que nunca después de la guerra. Esa resiliencia también la muestra la capital de Caldas. En un texto que escribí para el libro Pistas para narrar emergencias (2018), del que fui su editor, escribí:
"Cada hecho catastrófico – de los antes relatado, así como los derrumbes que dejan víctimas año a año en la región, han hecho que esta ciudad trabajara en temas de prevención antes que muchas en este continente. Aún no es un sistema perfecto, pero es visto como modelo en muchas partes por sus avances, sobre todo en monitoreo e investigación".
Esto porque después de los incendios, la ciudad cambió su principal sistema constructivo de bahareque al cemento y se preocupó por tener un Cuerpo de Bomberos moderno para la época. También, porque después de los terremotos de 1962 y de 1979 aquí se inspiró el primer Código de Construcciones del país con métodos sismorresistentes y porque por la cantidad de tragedias ocasionadas por los deslaves, también hay un aprendizaje importante en la prevención de derrumbes. No obstante, también escribí:
"Aún no es un sistema perfecto, pero es visto como modelo en muchas partes por sus avances, sobre todo en monitoreo e investigación".
Los años 20 del siglo pasado son considerados por muchos historiadores como la época más gloriosa de Manizales, cuando consolidaba su poder económico, cuando crecía por cuenta de los precios del café y del negocio de importaciones una élite comercial y política que se codeaba con los más granado del país.
Sin embargo, vinieron las dificultades. A los incendios se sumó la centralización de las divisas con la creación del Banco de la República y también de la Federación Nacional de Cafeteros, que si bien benefició al gremio en general en el país, afectó a quienes dominaban el comercio internacional.
Estas malas noticias se acabaron de concretar con el crash económico de 1929, que quebró a varios millonarios que vivían en estas tierras, pero no diezmaron el espíritu resiliente de los manizaleños, que hoy miran con orgullo a la generación que propició la reconstrucción. Pero, como dicen por ahí, esa es otra historia.
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