
El tercer alimento más consumido en el mundo está siendo mejorado en Colombia: ya van 22 variedades

Después del arroz y el trigo, la papa ocupa el tercer lugar en el consumo mundial. En Colombia, este tubérculo va más allá de lo alimenticio: representa 350.000 empleos directos e indirectos y sustento para más de 100.000 familias productoras, según el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA).
Cada año se cosechan 2,5 millones de toneladas en el país, desde los páramos fríos de Boyacá hasta las montañas de Nariño, consolidando a la papa como un pilar de la economía rural y un símbolo de la identidad nacional.
La papa en Colombia no es solo un cultivo: es empleo, es identidad y es ciencia. La labor conjunta de universidades, instituciones y campesinos demuestra que la innovación agrícola puede proteger la biodiversidad y al mismo tiempo garantizar rentabilidad.
En tiempos de cambio climático, estas variedades resistentes y adaptadas representan una apuesta estratégica para la seguridad alimentaria y el futuro del campo colombiano.
Biodiversidad sorprendente: más de 850 variedades
Aunque en supermercados predominan apenas tres tipos –pastusa, criolla y sabanera–, los registros muestran 850 variedades diferentes en Colombia. Esta diversidad ha llamado la atención de expertos internacionales, ya que existen papas de todos los tamaños, colores y usos:
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Redondas y pequeñas como canicas doradas.
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Alargadas con piel rojiza.
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Ideales para fritura sin exceso de aceite.
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Con pulpa en tonos morados, rosados o amarillos intensos.
Este abanico de opciones revela un patrimonio agrícola único que combina tradición y ciencia.
La ciencia detrás de nuevas variedades
El mejoramiento genético de la papa en Colombia inició formalmente en 1988 en la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), con apoyo del ICA y Fedepapa. Desde entonces, la institución ha desarrollado 22 variedades, 13 de ellas de papa criolla, lo que representa más del 72 % de la innovación en este segmento.
Un caso emblemático es la parda pastusa, primera variedad mejorada en 1955. Sin embargo, tras 60 años en el mercado, su productividad se redujo, obligando a un relevo genético.
El hito de la Pastusa Suprema
La variedad Pastusa Suprema, producto de un cruce con papa mexicana, logró un impacto histórico:
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Ocupó 46.000 hectáreas en 2009.
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Representó el 34,3 % del área sembrada en el país.
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Redujo en 50 % el uso de fungicidas contra la enfermedad de la gota.
Este avance no solo mejoró la rentabilidad de los cultivos, sino que también abrió la posibilidad de sembrar en regiones donde antes era inviable.
Variedades con nombre propio y valor cultural
El trabajo científico también rinde homenaje a la historia y al territorio. Algunas de las variedades recientes son:
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Bachué, de excelente fritura, inspirada en la diosa muisca.
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Villa, resistente a sequías, nombrada por Villapinzón.
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Jacky, dedicada a la esposa del profesor Carlos Eduardo Ñústez, investigador líder en mejoramiento genético.
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Esmeralda y Rubí, lanzadas entre 2003 y 2005, muy apreciadas por su color y resistencia.
Estas innovaciones no se deciden solo en laboratorios: los campesinos validan las semillas en sus parcelas y determinan cuáles tienen futuro en la mesa colombiana.
Retos del futuro: proteger la biodiversidad
La papa Diacol Capiro, desarrollada en 1961, sigue siendo popular pero vulnerable a la gota. Los expertos coinciden en que urge un relevo genético para garantizar estabilidad y seguridad alimentaria.
Más allá de la productividad, está en juego un patrimonio cultural: perder una variedad significa borrar siglos de adaptación andina, saberes campesinos y memoria agrícola.
La participación de comunidades en ferias, como las de Toca o Ventaquemada, es vital para conservar la riqueza de este alimento.
* Esta información fue realizada con el apoyo de la Agencia de Noticias UN - Unimedios.
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