Creer en Caldas

17 familias en Caldas alzan vuelo con las abejas: la naturaleza encontró aliados silenciosos

2025-09-10
En la vereda Alto de La Mina, en Chinchiná (Caldas), un grupo de familias caficultoras conformó una asociación denominada Familias Custodias de las Abejas. 
Fotos | Julián García | CREER EN CALDAS En la vereda Alto de La Mina, en Chinchiná (Caldas), un grupo de familias caficultoras conformó una asociación denominada Familias Custodias de las Abejas. 
Julián García

En una ladera verde y serena de la vereda Alto de la Mina, en Chinchiná (Caldas), un zumbido suave se mezcla con el canto de las aves y el murmullo del viento entre los cafetales. Es el eco de un proyecto comunitario llamado Familias Custodias de las Abejas, que desde 2021 ha hecho de estos insectos sin aguijón —específicamente de la especie conocida como angelita (Tetragonisca angustula)— el centro de una cruzada por la conservación ambiental y la conciencia colectiva.

17 familias campesinas han transformado parte de sus fincas en espacios de protección para estos pequeños polinizadores nativos, esenciales para el equilibrio de los ecosistemas. Esta iniciativa nació del interés comunitario por cuidar la biodiversidad local. Al resguardar colmenas, crearon un modelo de educación ambiental, intercambio de saberes y compromiso con la vida.

Daniel Salazar Ríos, biólogo de la Universidad de Caldas y gestor del proyecto, es la cuarta generación de una familia campesina dedicada al cultivo del café. En su parcela, ubicada en la vereda Alto de La Mina, 10 metros antes de llegar a la Hacienda Sinaí, y que lleva por nombre Don Jesús y Doña Ofelia en honor a sus abuelos, ha establecido un espacio de enseñanza y aprendizaje sobre estos insectos silenciosos.

 

Un santuario con alma y ciencia

El logro más significativo ha sido la creación del santuario de abejas sin aguijón llamado Najil Cab —que en lengua maya significa La casa de las abejas—, también conocido como la Escuela Itinerante de Familias Custodias Nativas en la Región Centro Sur de Caldas.

Esta escuela, que también es fundación, se levanta en medio de árboles nativos y flores, arrayanes, guacamayos, eucaliptos, guayabos, donde conviven no solo las angelitas, sino también otras especies sin aguijón: rumina, serenita, coco, conguita, entre otras.

En este entorno natural, las abejas cuentan con un hábitat seguro y armonioso. Las colmenas, construidas en madera de nogal, están distribuidas cuidadosamente para garantizar su bienestar. Este espacio se ha convertido en aula abierta para estudiantes, investigadores, vecinos y visitantes curiosos, cuentan los participantes del proyecto.

“Lo que hacemos aquí no es apicultura comercial ni extracción de miel para vender. Esto es conservación pura”, afirma uno de los líderes del proceso.

Daniel añade: “Queremos que las personas entiendan que las abejas son vitales, que sin ellas la vida en el campo —y en la ciudad— sería imposible. Para nosotros, la palabra ‘custodia’ es importante porque somos quienes resguardamos nuestro entorno y estas especies”.

Explicó que existen otros núcleos de familias custodias en las veredas Guacamayo (Chinchiná), Tejares y Santo Domingo (Villamaría), pero el más grande y representativo se encuentra en el Alto de la Mina.

17 familias en Caldas alzan vuelo con las abejas: la naturaleza encontró aliados silenciosos

Las familias establecieron un santuario de abejas Najil Cab, donde aprenden sobre el cuidado de estos insectos y su papel fundamental en la polinización.

 

Tecnología

La innovacion que más ha llamado la atención es la implementación de códigos QR en las colmenas. Al escanearlos con un celular, cualquier persona puede acceder a videos educativos sobre el trabajo de las familias, el comportamiento de las abejas angelitas y datos sobre su función en la polinización.

Este puente entre lo tradicional y lo digital ha permitido visibilizar el proyecto más allá de las montañas de Chinchiná. “Hacemos trabajo pedagógico con niños y con personas del común. A veces pensamos que el conocimiento solo viene de los libros o las universidades, pero aquí se está construyendo ciencia viva, saber ambiental, desde la experiencia campesina”, señala Daniel.

Han recibido también apoyo económico de entidades internacionales como la Fundación Rufford y el Fondo Emerger.

 

Educación

Además de cuidar las colmenas, las familias asumen un rol pedagógico. Organizan capacitaciones sobre el manejo y reproducción de las abejas sin aguijón, la restauración del hábitat y el uso responsable de pesticidas. Estas sesiones son abiertas, gratuitas y convocan tanto a agricultores como a estudiantes y líderes comunales.

“Lo más bonito es que los niños y niñas de la vereda ya saben qué es una angelita, cómo vive, por qué no se debe molestar su nido. Ellos mismos nos corrigen si ven que estamos haciendo algo que puede afectar a las abejas”, contó una madre de familia.

Actualmente, el proyecto cuenta con dos meliponarios: uno en la finca Don Jesús y Doña Ofelia, con 50 colmenas, y otro en el Kilómetro 41 de Manizales, con 16 colonias.

Los insumos para el montaje —material genético y colmenas— los entregó el mismo proyecto, que además estableció acuerdos de voluntad con las familias beneficiadas para fortalecer el proceso de polinización.

 

Vivencias

Melisa Ayala y su esposo, Mateo Jaramillo, de la finca Turmequé, llevan tres años cultivando abejas angelitas. “Es un universo grande. Muchas especies son nativas de esta región y, a partir de las enseñanzas de Daniel, aprendimos sobre su cuidado y conservación, y el papel que juegan en lo ambiental”, dicen.

En su finca tienen cuatro colmenas que cuidan con dedicación. Usan la miel —sin fines comerciales— para tratar enfermedades oculares y auditivas. Esta miel es altamente apreciada en el mercado por sus propiedades medicinales.

Las revisiones a las colmenas se hacen una vez al mes, verificando estructuras, presencia de termitas y estado general. En épocas difíciles, las alimentan con agua y azúcar. Las abejas se nutren del néctar de flores como café, yuyo quemado, nogal, eucalipto y frutales cultivados en la zona.

Daniel confiesa que las abejas lo devolvieron a su profesión de biólogo, después de haber estado alejado de ella. Este reencuentro lo conectó de nuevo con el agro y con sus raíces familiares.

17 familias en Caldas alzan vuelo con las abejas: la naturaleza encontró aliados silenciosos

El biólogo Daniel Salazar Ríos es el creador de este proyecto de conservación ambiental. Lo acompañan los esposos Melisa Ayala y Mateo Jaramillo.

 

Un modelo

El proyecto ha empezado a llamar la atención de otras comunidades de Caldas y del Eje Cafetero. Ha sido presentado incluso en eventos internacionales como la COP-16 en Cali, donde se expuso como un modelo de conservación con base comunitaria.

Han producido cartillas para colorear sobre el proceso de las abejas, guías ilustradas basadas en investigaciones propias y desarrollan una línea de tintura de propóleo que comercializan localmente. También cuentan con un vivero donde reproducen plantas que luego distribuyen entre las familias beneficiadas.

La Fundación Najil Cab desarrolla, además, proyectos de educación ambiental en colegios del Centro Sur de Caldas y lidera la iniciativa Las Mensajeras de las Flores, una estrategia que promueve el cuidado de las abejas desde la infancia.

En tiempos de crisis climática, pérdida de biodiversidad y acelerada urbanización, el ejemplo del Alto de la Mina prueba que aún es posible sembrar futuro desde el campo.

 

En datos

  • 147 colmenas en total tienen las 17 familias custodias.
  • 66 colmenas están ubicadas en dos meliponarios principales.
  • El santuario de abejas ocupa 8 mil metros cuadrados con especies nativas.
  • Las colmenas son construidas con madera de nogal.
  • Proyecto fue presentado en la COP-16 en Cali.

 


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