
31 años de esfuerzo reducidos a cenizas: Daniel Rendón, uno de los afectados por el incendio en Villa Santana

La noche del lunes festivo (30 de junio) un incendio estructural consumió 13 viviendas y afectó otras cinco, dejando a 21 familias sin nada en la invasión El Otoño en Pereira.
La Alcaldía en total contó a 78 personas afectadas, directa o indirectamente, que necesitan atención y ayudas para empezar de nuevo.
Uno de los afectados, es un hombre joven, de 31 años, que vio cómo el esfuerzo de toda su vida, quedó calcinado. Su moto, los juguetes para los niños, el hogar que conformaba con su esposa se redujo a cenizas en una noche.
Su nombre es Daniel Roldán Blandón. Le gusta hablar lento, sin afán, repetir las palabras en la mente antes de decirlas. Esa calma que transmite es opuesta al drama que afronta.
Tiene tres hijos de 7, 5 y 1 año. Junto a su esposa Carol Dahiana Sánchez de 22 años construyó un hogar lleno de detalles. Tenían televisor para ellos y para los niños, una consola de videojuegos, nevera, lavadora. Todo lo necesario para afrontar la vida moderna.
Con sus tres hijos —Lian Emanuel (7 años), Alan Felipe (5) y Dana Sofía (19 meses)— y su esposa Carol, siempre ha vivido en ese sector. Ahí fue donde de niño Daniel corrió detrás de una pelota o donde jugó lleva y escondite.
A pesar de lo seductor que puede ser el mundo de la noche, a Daniel no le gusta la vida nocturna. Sus pasatiempos son en el día para disfrutar con su familia. Con sus padres, hermanos y abuelos, los planes fueron tranquilos.
En esos ambientes de los barrios marginados, es donde la criminalidad se aprovecha de jóvenes vulnerables, pero Daniel decidió alejarse de esos ambientes. Por eso, en la noche del incendio, las llamas lo sorprendieron mientras estaba durmiendo.
“Todo ocurrió sobre las 11. Cuando reaccioné, ya el fuego estaba avanzando. No hubo tiempo de salvar nada. Solo mis hijos y mis abuelos importaban. Lo material quedó atrás, reducido a cenizas”.
La lista de lo perdido es larga: “Tenía una lavadora, una nevera nueva, un televisor de 60 pulgadas, otro para los niños, un Play 5, mi moto, la terraza que les construí a mis hijos para que jugaran…”.
La cuenta de pérdidas continúa. Más allá de los objetos que siempre adornan la vida humana, lo que duele superar es el ambiente de armonía construido: los juegos con los niños, lo apacible de las tardes observando el televisor, las risas.
“Ellos eran felices allí con sus patinetas, viendo muñequitos, viviendo en paz. Vivíamos en una zona de invasión, sí, pero era nuestro hogar y lo teníamos con dignidad”, afirma Daniel.
A pesar de que el fuego les arrebató la comodidad de un lugar digno, no consumió su espíritu. En las cenizas Daniel ve todos los años de luchas contra el destino, todo el esfuerzo para demostrar que en las comunas como Villa Santana también hay desarrollo, y aunque de los objetos solo queden recuerdos, volverá a empezar.
Ahora, comparte espacio en una casa improvisada, con lo que ha recibido de vecinos, iglesias y donaciones solidarias.
“La ropa ha sido abundante, pero necesitamos cosas específicas: ropa interior nueva, camas, estufa eléctrica, artículos de aseo y medicamentos, especialmente para mis abuelos, que son adultos mayores y necesitan tratamiento para la presión alta”, precisa.
Daniel no se derrumba. Viviendo en una de las zonas de mayor complejidad social de Pereira, donde pulula la droga, los grupos armados reclutando menores para empezar carreras criminales, él ha sobrevivido.
“Yo nunca he consumido drogas, ni fumo, ni tomo. Me crié en un entorno sano, dedicado a trabajar, a estar con mi familia, a ir a la iglesia. Creo firmemente en Dios, y esa fe es lo único que me mantiene en pie. Desde niño he creído en Él, y no dejaré de hacerlo ahora que más lo necesito”.
La fe es uno de los pilares que lo mantienen en pie y con calma. Así ha edificado su espírituo lejos de los vicios, pero también ha construido, sin intención, una red de apoyo que ahora le da la mano.
“Vinieron de la Iglesia Pentecostal del Nombre, donde asisto, y también de la Pentecostal Unida, que es donde van mis abuelos. Trajeron comida, ropa, ayudaron con palas a limpiar. Eso lo agradezco mucho”.
Daniel trabaja en un call center de la funeraria Jardines del Renacer, donde afilia a personas a servicios exequiales.
“Llevo casi dos años allí. Antes fui camillero en la Clínica Santa Rafael. También trabajé en construcción, en Pimpollo…”, cuenta.
Cuando recuerda su paso por las empresas o lugares donde ha trabajado, él sonríe con agradecimiento. Cada persona que creyó en él lo tiene donde está: enfrentando con calma su mayor momento de penuria.
Tal vez por esa paz interior Daniel ve una nueva oportunidad en las cenizas. Sabe que no será sencillo, pero las personas como él nunca ha sido fácil ganarle al destino. Y por eso pide una oportunidad para empezar de nuevo.
“Soñamos con una reubicación digna. Esto ya había sido una promesa hace años, cuando nos reubicaron acá. Pero con esta tragedia, creemos que el momento es ahora. No queremos lujos, solo un sitio seguro donde mis hijos puedan crecer”.
Por ahora, los damnificados del incendio en El Otoño pueden ser contactados en Villa Santana, donde algunos han sido temporalmente albergados. Quienes deseen colaborar pueden comunicarse directamente con Daniel o llevar donaciones al lugar.
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