
Les dan la mano y lo logran: ya son bachilleres a su edad, otros mejoran casa y niños aportan a la paz

Son las 4:00 de la tarde. Es 15 de julio del 2025. El calor, casi de 40 grados, se niega dejar las callejuelas del barrio Las Ferias, el más grande de La Dorada. Las voces de unos chiquillos sobresalen en un local, durante el ensayo del Ratoncito Valiente.
Aurora es la Ratoncilla. “Disculpen, no vengo a molestar. Vengo solo a despedirme”, dice. Más adelante habla el Elefante. Es Fernando, estudiante de quinto de primaria de la escuela Santander: “Soy el elefante más grande de la selva y voy a jugar con todos mis amigos...”.
Al frente de ellos, de sus mensajes y de un espejo gigante está Diego Armando Rojas, maestro del área de teatro en la Escuela Cultural y Ambiental Arte y Paz de la Fundación Apoyar.
Abrimos un paréntesis con el propósito de explicar, en resumen, qué es Apoyar. Lo ilustra Edilberto García, director de la Fundación: “Llevamos 37 años consecutivos en un trabajo comunitario por poblaciones vulnerables. Acompañamiento a organizaciones como Juntas de Acción Comunal y Hogares Juveniles Campesinos. Ayudamos a desplazados del conflicto armado, a personas sin terminar el bachillerato. Así mismo, en mejoramiento de viviendas y arte y cultura para niños de barrios con dificultades sociales”, añade Edilberto.
Foto I Cortesía para LA PATRIA. Un grupo de validación del corregimiento de Florencia (Samaná).
En acción
Volvemos a las escenas iniciales de esta nota. El maestro Diego Armando retoma la palabra para comentar que con sus niños actores
pretenden generar procesos de formación y también exponer un testimonio de paz a través del arte.
Expresa: “Ellos como parte de esta escuela se presentan en espacios de La Dorada, donde la Fundación es reconocida y solicitada para mostrar sus trabajos”.
A lo largo de su historia Apoyar, con sede en La Dorada, ha llegado también a campesinos de Samaná, incluida su cabecera municipal, y a los corregimientos de San Diego y de Florencia, con diversos programas.
Samuel Henao y su esposa, ambos de 31 años, se graduaron como bachilleres. Él hoy cursa Asistencia Veterinaria y Zootecnia. Martha Zulay Angamú cumplió su anhelo de concluir la secundaria. Lo logró a los 57 años. La casa de Duberny Marín ya cuenta con un cuarto más; la de Alxander Acosta, con un techo contra las goteras, y la de Ayarik Díaz, es más segura con puertas y ventanas. (Lea más adelante sus testimonios).
Escenarios
Entre tanto, los pequeños Aurora, Fernando y el resto del elenco están convirtiendo en realidad la ilusión de actuar en teatro. Con El Rantoncito valiente, Mujeres invisibles, y otras piezas teatrales, captan la atención de sus espectadores por el sentir social y los valores que transmiten en cada diálogo.
El director de artes escénicas declara: “Con ellos desarrollamos actividades encaminadas a su formación integral. En teatro vemos formación en técnica vocal, expresión corporal, historia del teatro, los juegos, la improvisación. Y el montaje de obras, que son bastante dicientes en contenidos sociales, los cuale queremos transmitir al mundo”.
Viviana Andrea Ramírez es la coordinadora del proceso de proyectos Oriente de Caldas dela Fundación Ayudar. Ella adiciona que la Escuela de Formación Cultural y Ambiental Arte y Paz promueve espacios para que los chicos tengan esparcimiento de la mano de la Escuela de Teatro y de Danza.
En la práctica, expresa, son puestas en escena que les permiten a los niños estimulación, generación de liderazgos y mejorar sus habilidades sociales con sus participaciones en eventos.
“El teatro hace que los niños sean más buenos y decentes, como la Ratoncilla”, dice la niña Aurora. “Me gusta mucho actuar, y compartir con mis compañeros”, complementa Fernando.
El telón
El grupo teatral, así mismo, es protagonista en el componente ambiental. Viviana Andrea manifiesta: “Buscamos formar a esos chicos para que ellos también tengan una incidencia a través de campañas”.
Es decir, que promuevan el cuidado del medio ambiente con clasificación de residuos sólidos y líquidos, además de la conservación de las plantas y del agua.
El ensayo teatral transcurre en esta casa de un piso, en medio de calles e ires y venires de transeuntesy vehículos por el barrio Las Ferias. El calor sigue aferrado a las paredes, las vías, los techos y los árboles de limoncillo.
La agrupación teatral ensaya y ensaya sus gestos y sus diálogos, cargados de enseñanzas. Fernando, el niño de quinto, concluye, mientras sus amigos personifican el gorrión, el ratón, la tortuga, el pato, el venado y los cazadores: “No podemos juzgar a las personas tan solo porque son chiquitas, lentas o rápidas”.
Testimonios de favorecidos
Samuel Henao y su familia
Tengo 32 años. Soy de Florencia (Samaná). En el 2024 llegó un proyecto con la Fundación Apoyar y un politécnico Agroindustrial de Villavicencio. Nos dieron la oportunidad de culminar el bachillerato a mayores de edad, indígenas, afrodescendientes y víctimas del conflicto. Mi esposa y yo, de 32 años, nos graduamos con otras 48 personas.
Duberney Marín
Soy de la vereda El Congal. Construí mi casita aquí con mi familia. La Fundación Apoyar nos ayudó a tener un cuarto más. Me dieron los materiales. Eso para mí significa mucho, porque le puedo dar mejor calidad de vida a mi familia. Muy agradecido con ellos por la ayuda y lo que hacen por los territorios.
Martha Zulay Angamú y José
Tengo 58 años y llegué de Cali a Samaná. El año pasado en el 2024 terminé el bachillerato, gracias a la Fundación. Era un anhelo que había en mi corazón porque cuando estaba criando a mis hijos iba a buscar empleo y como no tenía bachillerato, no me daban trabajo. Ahora, he podido hacer los cursos de agroecología.
Alexander Acosta
Vivo en la vereda El Diamante. Le agradezco a Apoyar porque me donaron las tejas de cinc para mi casa. Las que tenía estaban en muy malas condiciones. Me ha servido muchísimo, ya no caen goteras en las camas y dentro de la casa.
Ayarik Díaz
Soy de vereda La Sonrisa, en el corregimiento de San Diego, en Samaná. Vivo con mis cuatro hijos menores de edad. Gracias al mejoramiento de vivienda de la cual fui beneficiaria, con la Fundación, mi casa hoy es sinónimo de seguridad. Antes no teníamos ni puertas ni ventanas. Ahora podemos dormir tranquilos.
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